lunes, 5 de diciembre de 2011

LA MUERTE ES UN ACTO PROSAICO

Los libros de Chente
De venta en la librería: La casa del libro: 5a. Calle No.5-18, Zona 1.
Ciudad de Guatemala.
Teléfono 2232 1785. Ubicada en Casa Cervantes.


Para muestra un botón:

LOS CAMINOS DE LA MUERTE


            El automóvil se detiene en la gasolinera y el conductor pide servicio.  Mientras lo atienden, le dice a su acompañante:
            ‑Clo, Mario está mal herido, si no lo atendemos puede morir.  Tenemos que hacer algo.
            ‑Sí, es cierto.  Aunque, viéndolo fríamente, su muerte nos conviene.  Entre menos coches más olotes.  Además, mató a uno de los guardias y el Banco filmó el hecho.
            ‑Estoy de acuerdo, si muere, nos toca más plata.  El problema, no lo olvides, es que después del asalto, escondió el botín y sólo él sabe en donde.  Si muere, corremos el riesgo de perderlo todo.
            ‑¡Maldición!  Tenía que salir herido el desgraciado. Con lo bien que funcionó el golpe.
            ‑Bueno, calmémonos.  La suerte está echada, si fallece, fallece.  Siempre he pensado que la muerte llega, cuando tiene que llegar y no antes, ni después.
            ‑Sí, es algo en que concurren cuatro coordenadas que fijan lugar y tiempo.  Y si estas allí, te chingaste.
            ‑Como no, el ingeniero, que me viene con coordenadas. ¡Presumile a otro!
            ‑No trato de presumirte, pero mirá, cuantas personas mueren víctimas de una bala perdida o de una bomba terrorista porque estaban ubicadas en el punto exacto y a la hora justa.
            ‑Sí, ¿verdad?
            ‑¿Querés más?  Se da en los accidentes automovilísticos, aéreos o en un derrumbe; sólo por mencionarte algunos.  La conjunción de las coordenadas espaciales y la del tiempo alcanzan al sujeto inexorablemente en el momento preciso.  Una pequeña desviación en el espacio o una variación en el tiempo, por leves que sean, y el echo trágico, no se realiza.
            ‑Algo de fatalista hay en eso, vos.  Pero, no está a nuestro alcance comprenderlo, mucho menos intervenir conscientemente en la alteración de los acontecimientos.  El caso  es que, aquel, se está muriendo.  Algo tenemos que hacer.
            ‑No lo podemos llevar a un hospital, porque de plano nos capturan.
            ‑¿Y si lo llevamos a un médico?
            ‑A lo mejor nos delata.
            ‑¿Y si lo secuestramos para que lo cure y después lo soltamos... o le damos aguas?
            En esa discusión están, cuando son interrumpidos por el empleado de la gasolinera que les pasa la cuenta.  Mientras Jorge paga, Clotilde observa a una persona que pasa llevando un maletín de médico.  Se trata de un individuo menudo, de tez morena, que viste chumpa de cuero, pantalón de lona, zapatos y calcetines, todos de color negro.
            Ignora que es la muerte, la que pasó a su lado.
            ‑Jorge, creo que hemos resuelto nuestro problema.  Acaba de pasar un matasanos, va a pie.  Lo alcanzamos y a como de lugar nos lo llevamos para que atienda a Mario.
            ‑¡Vamos!  No creo que haya algo, que no puedan arreglar unos cuantos billetes de a cien quetzales.
            Alcanzan a la muerte.  Hablan con ella y sube al vehículo.

            Llegan a la habitación en donde está el herido y el que suponen facultativo, lo examina.
            ‑Déjenme solo.  Voy a extraer la bala y a curarlo.  A menos que tengan estómago para quedarse.
            Jorge y Clotilde, prefieren salir.
            Mientras esperan, discuten sobre el destino que darán al doctor, después de que trate al herido.

            El tiempo pasa.  Los delincuentes se impacientan y deciden ir ver qué es lo que sucede.
            El galeno, ha desaparecido y el mobiliario de la habitación fue cambiado de posición.  El herido, duerme.
            Buscan al doctor, pero no lo hayan.
            ‑Ojalá, que no nos vaya a delatar  ‑dice Jorge‑.  Le pagamos bien y por adelantado.
            ‑Mirá, vos, no me intriga tanto la forma en que se marchó, sino el motivo que tuvo para cambiar de lugar las babosadas.
            ‑Tal vez sospechó que le podía pasar algo, no fue estúpido y por eso se largó.  Pero... ¿Por qué cambiaria de lugar los muebles, vos?
            ‑Sepa Judas, lo importante es que atendió a Mario.

            La muerte se había marchado, aún no tenía nada que hacer allí.  En ese momento, su tarea estaba en otra parte.

            Más tarde, Jorge, que se ha quedado molesto, reacciona con el hígado.  Reacciona impulsivamente, como suele hacerlo con frecuencia.
            ‑Ningún hijueputa, va venir a mi casa a cambiar de lugar lo que se le venga en gana.  No, sin mi permiso.  No importa que haya curado a Mario, vos.  ¡Aquí, mando yo!
            Se dirige a la habitación en donde está el herido y coloca los muebles en su posición original.  Las camas de Jorge y de Mario que habían sido intercambiadas de lugar, volvieron a sus respectivos sitios.

            Esa noche, la muerte regresa.  Viene por Mario, se encamina hasta el lugar en donde había colocado la cama con el herido.  Justamente en las coordenadas y en el tiempo que el destino habían señalado.  La muerte, sin saber del cambio de última hora, se lleva a Jorge.

2 comentarios:

  1. Amigo Chente, navegando tu hermosa página, me nace el deseo de tener mucho dinero para poder comprar todos tus hermosos libros!!!! Pero...ya sabes las limitantes, además de la distancia...
    Cordialmente te invito a visitar mi modesto sitio: www.elsyalpire.blogspot.com y me das tus impresiones. Somos amigos, verdad? Te mando un enorme abrazo junto a mis aplausos. Dios te conceda muchos pero muchos éxitos. Desde cobija. Pando. Bolivia, recibe mis aprecios.

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  2. Estimada Elsy: Gracias por tu lectura y tu amable comentario. Voy a visitar tu página. Ya te contaré. Besos, Chente.

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