jueves, 18 de octubre de 2012

CHISPITA

Vicente Antonio Vásquez Bonilla

Chispita es una perrita graciosa y juguetona, aunque por ratos traviesa.

Un domingo salió a pasear al parque y al acercarse a la fuente, vio a dos pequeñas alondras bañándose en ella. De inmediato sonrió y ladrando, se dirigió hacia donde estaban las aves y les dio tremendo susto. Los pájaros, en menos del tiempo en que un pollito dice pío, volaron y se posaron en una de las ramas de un sauce cercano y desde ahí, con sus corazones palpitándoles con fuerza, veían a la responsable de su rápida fuga.

Chispita gozó su momento de travesura y luego, se alejó de la fuente. Iba en busca de otra aventura. Las avecillas, al ver que se alejaba, respiraron tranquilas y poniéndose de acuerdo con una simple mirada, retornaron a proseguir con su interrumpido baño. Chispita, aún riéndose,  volteó a ver y al darse cuenta que las dos aves habían reanudado su jolgorio acuático, de inmediato se dio vuelta y en medio de un torrente de ladridos, regresó y de nuevo las asustó. Después se rió, celebrando su fechoría. Mientras, las aves retornaron a la rama del árbol y enojadas, se empezaron a burlar de la perrita.

            —Lero, lero, candelero, a que no puedes atraparnos, a que no, a que no —y reían con ganas—. Perra tonta y rastrera a que no puedes volar, a que no, a que no. Lero, lero…

            La perrita, enfurecida, ladraba y saltaba, y de verdad, hubiera querido volar para darles su merecido a ese par de insolentes pajarracos, que se burlaban de sus vanos intentos por alcanzarlos.

            —¡Me las van a pagar! —les gritó, dio media vuelta y se alejó.

            Mientras tanto, las aves se carcajeaban y después de celebrar por largos minutos, se dedicaron a buscar en los recodos del árbol, deliciosos gusanos para merendar.
           
            Al rato, regresó Chispita, sin que las dos alondras se dieran cuenta. Venía acompañada de su amigo, Termi, el gato de la vecindad de su casa; llamado así por sus amigos, ya que se consideraba el Terminator (exterminador) de los ratones del barrio.

            —¡Hoy me las pagan, porque me las pagan! —le decía al felino—. No se volverán a burlar de mí.

            —Claro —le respondió su amigo—. Yo te ayudo a realizar tu venganza y de paso engullo mi refacción.

            El minino y la traviesa cachorrita se acercaron al árbol con sigilo y Termi, en silencio, empezó a trepar; mientras Chispita, emocionada, gozaba por anticipado su venganza.

            El felino, sin ser detectado,  llegó cerca de las aves y en un santiamén, engulló a ambos pajaritos; luego, muy orondo, descendió y con una mirada de triunfo se acercó a su amiga, quién lo felicitó por su hazaña.

            Ambos se dirigieron hacia su calle de habitación y seguían celebrando la proeza, cuando de repente Termi sufrió una especie de espasmo y luego, eructó y al abrir las fauces uno de los pájaros salió volando.

¡Había escapado!

            —¿Qué pasó? —inquirió la cachorrita.

            —Es que esa bola de plumas me estaba picoteando el estómago y no lo pude resistir —se excusó el minino muy azorado.

            —Bueno, pero ten cuidado; que el otro no escape.

            —No lo creo, está quieto, no siento ninguna molestia.

            Y efectivamente, el otro pájaro, había pasado a ser alimento del trepador de árboles.

            Pero… Siempre hay un pero, la avecilla no había escapado con vida, y negándose a morir del todo, regresó a este mundo, como alondra fantasma y desde entonces vive asustando al par de traviesos amigos, quienes ya no se atreven a salir de noche. FIN
           

            Todas nuestras acciones, buenas o malas, traen sus consecuencias, así que debemos pensar muy bien lo que hacemos.

 

           Abraham Lincoln (1808-1865). Político estadounidense: Medir las palabras no es necesariamente endulzar su expresión sino haber previsto y aceptado las consecuencias de ellas.



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